Las más recientes investigaciones sobre los procesos cerebrales implicados en la conducta y decisiones humanas, están mostrando que las «nuevas herramientas» no están fuera, sino dentro de uno mismo y por lo tanto el éxito en el tercer milenio se halla más en dejar de aplicar aprendidas o nuevas recetas, fórmulas, prácticas y métodos, para ser generadores y renovadores de esas fórmulas, desde una perspectiva cualitativamente diferente, basada en la creación de soluciones.
Se está dando un salto cuántico en el ser humano como tal. Hoy el «cerebro planetario» a partir de las características de las nuevas generaciones, la comunicación en redes sociales, visiones y comportamientos globales, dispone de infinidad de estímulos que le permiten generar infinidad de conexiones neuronales que no eran posibles décadas atrás.
El coach necesita adentrarse y ser parte de esta nueva perspectiva, de este nuevo ser yendo más allá de su hacer, de sus decisiones y metodologías de trabajo, integrando principalmente nuevas perspectivas que necesariamente han de ser interdisciplinarias -por la complejidad de los fenómenos humanos-, y su propia interioridad, para acceder a un tipo de información cualitativamente diferente a su cognición consciente.
El capital más valioso de un coach (como de cualquier profesional) hacia el futuro es y será su propio ser. Practicar la auto observación de sus propios procesos mentales le dará la posibilidad de reconocer sus reacciones, sus tendencias naturales, las rutinas en sus funciones, las limitaciones en sus capacidades, las distorsiones en la percepción y por ende en la conducta y de buscar la variedad, el aprendizaje y crecimiento permanente y con ello el crecimiento de su cerebro, en nuevas redes neuronales que a su vez son la base de sus capacidades.
El coach necesariamente deberá seguir profundizando en su conocimiento de técnicas, recursos, métodos, ciencia y teorías del comportamiento humano, pero deberá adicionar a este conocimiento externo un profundo conocimiento interior, para ser capaz de reconocer, utilizar, hacer aflorar y desarrollar todo el cúmulo de recursos con que cuenta interiormente y que están más allá de la conciencia.
La conexión humana va mucho más allá de nuestro contacto a nivel consciente y mucho más allá de lo que podemos discernir sólo basados en nuestros sentidos externos. También se da más allá del lenguaje, en otras formas más sutiles, intuitivas y hasta difíciles de precisar basados en la lógica y el pensamiento racional.
Los coaches necesitan realizar nuevas interconexiones entre ambos hemisferios cerebrales para ser ágiles en el empleo del tipo de información que cada uno de ellos procesa y para ser capaces de estimular también a ambos hemisferios en el cliente, de modo de facilitarle el acceso a su propia información intuitiva y racional.
Este nuevo tipo de autoconocimiento, implica desarrollar una forma de pensar diferente que excede sus rutinas neurofisiológicas y abre puertas para el desarrollo de la comunicación mental, la hipersensibilidad emocional en la captación de estímulos y el hiperdesarrollo de entramados neurales que sostienen la plasticidad de todos estos procesos.
Desarrollar la capacidad intuitiva, las formas de acceder a nuevos insights, explorar todo el material metaconsciente con el cual enriquecer no sólo el entendimiento con el cliente, sino además mejorar los propios mecanismos decisorios y la certeza de sus elecciones, es un nuevo giro en el aprendizaje y desarrollo del nuevo coach: del neurocoach.
Claudia Castellanos