Una universidad española por medio de un estudio que afirma que el coaching es la causa de la crisis internacional. No es por casualidad que sea el jefe actual de la troupe de fantasmas, porque desde luego ha demostrado, desde las grandes estafas de Marx y Freud, ser el más capaz para liderar la corriente.
Porque eso de que una casquivana en topless te lidere ya no se lleva, ya nadie se identifica con eso; al contrario, los expertos en neuromarketing que no son los que se dedican avenderle lavadoras, sino a decirle en qué pensar, en qué está bien y qué está mal; o peor: que lo bueno es lo que uno desee- han observado que para arrastrar hoy en día a las masas es preferible considerar a cada cual líder en lugar de obrero, y claro, como quien más y quien menos lleva un lidercito dentro como el niño del Análisis Transaccional, una multitud se ha rascado el bolsillo para contratar una buena comadrona que saque de sus entrañas todo su potencial personal -que es infinito, todo hay que decirlo, ¡faltaría más!, y el siguiente listo se forrará alumbrando el dios interior de cada quisque, ya lo intentó Dyer-. Partera por supuesto formada durante un extenuante y dilatado periodo de un par de fines de semana, obteniendo por el mismo precio el título de terapeuta-asesor espiritual de todo aquel penitente buscador perpetuo de la esquiva felicidad.
El coach ahora -yo he sido coach antes de que el término aterrizase en España, véase mi brillante currículum- es un entrenador personal que en lugar de inflarle a uno los bíceps, le hipertrofia las neuronas para que logre sus objetivos. Y el éxito es lo que toda persona normal desea -ya lo dijo Alfonso Guerra en sus mejores tiempos: España es el mejor país para forrarse rápidamente- a cualquier precio como Madoff, Kerviel… o presidente del gobierno como Zapatero, que en lugar de dos fines de semana tuvo suficiente con dos tardes del amigo Sevilla para aprender a bajarnos de la Champions League a Tercera Regional Preferente con permiso del Éibar Juvenil, más que nada porque aquí no se ejecuta -¡cachis!- al responsable de reventar la economía, como hacen en Corea del Norte. No quiero dar ideas, más que nada porque me da que el pobre chinorri aquél, que Satanás tenga en su caldero o Dios en Su Seno, no fue más que un cabeza de coreano -no me consta que fuera turco y no quiero que ningún Mohamed Vázquez me acuse de islamófobo por utilizar el gentilicio inapropiado- que por mucho que se empeñase no habría conseguido enderezar su economía socialista ni con dos milenios de tabarras seguidas del bueno del Jordi.
En USA sí, allí meten al bueno de Bernardo en el thermotrullo para que se cocine en su propio jugo un par de siglos hasta que se le desbrave la carne, mientras Boyer, Solbes y compañía andan por ahí en sendos A8 lustrosos y blindados dando lecciones de economía por doquier con cara de no haber roto nunca un plato para no suscitar empatías peligrosas en esta sociedad de líderes empáticos y emocionalmente inteligentes. Afortunadamente el Caos se encarga de colocar las cosas otra vez en su sitio, aunque no deje de ser terrible que paguen justos por pecadores. Aunque sean también y realmente excelentes líderes sin formación a los que la pachamama prueba su valor. Una vez más. Y van…
Y es que buscar el éxito a cualquier precio puede convertirle a uno en indeseable, en recesivo, como le ocurre al moreno -tampoco diré negro, no vaya a ser que Martin Luther Vázquez me acuse de xenófobo- Hamilton, cuyo coach ha conseguido que un niño mimado adquiera una mente más sólida que los pectorales de Schwarzenegger y un rostro más duro que los frenos carbocerámicos de su monoplaza, material que comparte también el bueno de Pedro el tuerto en su faz. Y eso sin ser del mismo Bilbao.
Ya lo advertía la Biblia cuando nos alertaba de los peligros de dedicarse a adorar al Becerro de Oro mientras el bueno de Moisés se partía el lomo subiendo al monte a cargar con un par de pedruscos en los que Dios le había fijado los Principios de Su Ley.
En fin, muchos de los que hayan tenido el cuajo de llegar hasta aquí se sentirán algo aliviados; otros, sin embargo, se darán cuenta de la moraleja de este cuento que les he largado: porque en realidad, lo que dice el estudio de la universidad española, la de Oviedo para más señas, es que -por aquello del coste-beneficio famoso- desde que se ha aumentado el premio para el equipo ganador en los partidos de la Liga de 2 a 3 puntos, se ha incrementado el juego sucio y el número de tarjetas rojas.
Santiago F. Barrero