En España ocupa gran parte de mi trabajo como asesor, y ciertamente es un campo donde uno siempre debe estar aprendiendo. Salvadas las distancias entre un coaching deportivo y otro relacionado con la empresa, veo ciertos paralelismos.
1. El coach tiene el olfato para descifrar la personalidad de su coachee, el instinto para detectar su talento y brindarle una oportunidad. Ambos aspectos están muy ligados a su rica experiencia vital. No es casualidad que muchos de los mejores coachees sean personas maduras y versadas en mil batallas.
2. Perfecta y flexible adecuación al estilo de cada jugador. Si se trata a todos igual, máxima generalizada, se fomenta la estandarización y se torna imposible llegar al misterio de cada persona.
3. Los coachees no se enrollan demasiado, no sueltan arengas interminables. Suelen ir al grano, con frases cortas y claras. «Bien hecho, así no, más energía, mira los pies, siente la raqueta, escucha tu cuerpo». De este modo proveen a su interlocutor con información completa e instructiva.
4. Práctica, práctica, práctica, no hay otra alternativa. La excelencia no es un acto puntual, sino un modo de machacarse y probar los límites. Con la repetición viene la confianza, la espontaneidad y la magia. Se trata de sustituir hábitos y maneras viciados por costumbres sanas y productivas.
5. Relación natural y amable con los frecuentes errores cometidos. Las equivocaciones se aceptan, estudian y corrigen con toda normalidad, confiando que el deseado proceso de aprendizaje desemboque en yerros y contratiempos nuevos, de distinta entidad y naturaleza.
6. El coach es íntegro y honesto, un tipo de fiar. Sin ser cicatero en el reconocimiento, afronta sin dilación una crítica constructiva, firme y ajustada a una correcta observación de la realidad. Ésta es la última maestra, el resto son distracciones.
7. Los elogios tienen más que ver con el esfuerzo que con el talento. Aquel se digiere mejor, provoca ilusión y energía adicional para el viaje; éste engorda el ego y dispara expectativas desmedidas e inhibidoras.
8. A través del deporte elegido se trabajan valores indispensables para la vida. Lo de menos es lo que pase con la raqueta o el balón, incluso hasta el inglés es secundario. Lo más relevante es la familiaridad trabada con el esfuerzo, la paciencia, la voluntad, la disciplina, el compañerismo, la humildad para ganar y perder. Son enseñanzas decisivas para una vida buena y fecunda.
9. El coach detiene el reloj, para sus manecillas y ata a su alumno al presente. Así va comprendiendo y soltando el pasado e imaginando y trabajando por un futuro prometedor. La fortaleza mental es un factor crucial, y ésta tiene mucho que ver con una inteligencia viva y concentrada en la tarea.
10. Coaching no es una ciencia sino un arte. Es una conversación entre dos personas. Una pone el énfasis en la pregunta y en la escucha, aderezadas con pequeñas cuñas explicativas, y la otra en la gestión de respuestas. Lo más valioso al proceso ocurre en el espacio emocional entre los dos. En ese lugar se produce el clic ansiado, el eureka soñado. Es entonces cuando el coach se hace prescindible y el discípulo puede volar por si mismo. Verle partir es un momento paradójico, triste y gozoso a la vez. Si no llega, no ha habido coaching.
Santiago Álvarez de Mon
Profesor ordinario del IESE
One Comment
Nacho Rivera
Muy buen decálogo de paralelismos. Digno de ser leído y aprendido.
Un abrazo.